Vote Por Vlad

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Cuando eres un niño, y tu papá es famoso, no puedes entenderlo realmente. Para ti él es simplemente … Papá.

Pero entonces, en algún momento, algo pasa que te hace ver las cosas diferentes. Para mí, ese momento pasó cuando tenía 11 años.

Yo vivía entonces en la República Dominicana, pasando todos los días con mis tíos y mis primos en los diamantes en el pueblo de Don Gregorio. Durante ese verano de 2010, decidimos viajar a California para el Juego de las Estrellas de las mayores en el Angel Stadium. Mi papá jugaba con los Texas Rangers y había sido votado titular para el juego, entonces íbamos a pasarla en grande.

Yo sabía entonces que mi papá era pelotero de Ligas Mayores, claro. Y sabía que era bueno – que yo nunca había visto a nadie mandar pelotas más lejos que él, y que podía lanzar la pelota desde la reja hasta home plate sin botar.

Pero eso era todo lo que sabía.

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Al llegar al estadio con mi papá, inmediatamente se acercó toda esta gente, diciéndole cuánto lo querían. Salieron como de ningún lado. Gente que él ni conocía.

“We love you, Vlad! We love you! You’re the best!”

Otros diciendo cosas como, “Necesitamos que vuelvas!” La gente le rogaba: “Por favor, por favor vuelve! Te extrañamos mucho. Te queremos.”

Yo no entendía qué estaba pasando.

Algunos niños se acercaron llorando.

Estaban llorando de verdad. Lágrimas de verdad.

Todo el día esto siguió pasando. Una y otra vez, diferentes grupos de gente deseándole a él que vuelva, que lo extrañaban.

Yo recuerdo haberme sentido triste en ese entonces – simplemente de ver a toda esa gente que respetaba y extrañaba tanto a mi padre. Pero, la verdad, no entendía por qué estaba pasando eso.

Más tarde ese día, cuando le pregunté acerca de eso, mi papá se sentó al lado mío y me explicó que él había jugado para Anaheim por los cinco años anteriores y que los fanáticos de ahí lo querían bastante.

En ese momento fue que me di cuenta.

Me di cuenta de qué tan famoso se había vuelto mi papá. Y después de ese día empecé a entender muchas otras cosas. Más o menos por ahí me di cuenta también de que no todos los niños tienen a Pedro Martínez de padrino.

Aunque nací en Montreal cuando mi papá jugaba con los Expos, solo viví en Canadá por un par de años antes de regresar a la República Dominicana con mi mamá y mis abuelos.

Fue duro estar lejos de mi papá por tanto tiempo, pero desde el principio hablaba por teléfono con él todos los días. Él siempre estaba ahí para escucharme, o para ayudarme a lidiar con obstáculos en mi vida. Y claro, me aconsejó mucho de béisbol. No solo acerca batear o cómo fieldear, pero acerca del trabajo duro, de ser un buen compañero y ser un buen líder. Siempre me decía que mantuviera la frente en alto, y que si trabajaba duro podía superar cualquier problema. No importaba la situación, él siempre mantenía su actitud positiva. Eso él me lo enseñó.

Y desde que era muy pequeño, siempre recuerdo imitar lo que mi papá hacía en el campo.

Yo solo veía lo que él hacía y trataba de hacer lo mismo que él. Incluso miraba lo que hacía antes del juego, y también empecé a hacer lo mismo cada que yo jugaba.

Él se ponía tape en sus pies antes del juego … entonces yo me ponía tape en los pies antes del juego.

Él no usaba guantes para batear … entonces yo no usaba guantes.

Él se paraba de cierta de forma en la caja … entonces yo me paraba igual.

Nunca hablamos eso. Mi papá nunca me dijo que me pusiera tape, nunca me dijo que pegara de cierta forma. Yo solo lo veía, y seguía su ejemplo.

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Los mejores días eran cuando mi papá volvía a casa durante el invierno, después de terminar su temporada en las mayores.

Él iba a verme a cada uno de mis juegos de pelota.

No hacía él ningún espectáculo. Solamente se sentaba en la grada, callado, observando y disfrutando todo. Para mí era maravilloso tenerlo ahí, viéndome jugar el juego que amo.

Luego, después de cada juego – sin importar el resultado – mi papá respondía de la misma manera.

¡Me llevaba a la playa!

Ganando o perdiendo, 4-4 o 0-4 … nos subíamos al coche, nos encontrábamos con los tíos y primos míos y todos disfrutábamos al lado del mar.

Si mi equipo ganaba ese día, teníamos tremendo festejo ahí en la playa, con música, comida, todo.

Y si perdíamos, o si había tenido un mal juego, o si cometí algunos errores…

También teníamos festejo ahí en la playa, con música, comida, todo.

“Usted sabe que simplemente es un juego,” me decía mi papá cuando no me iba a bien. “Mañana viene otro. Ahora no baje la cabeza y disfrute.”

Aún hoy me pongo tape en los pies antes de cada juego. Aún me paro igual que él para batear. Y todos los días, aún hablo con mi papá.

¿Los guantes? Esos ya los uso – simplemente me siento más cómodo con ellos – y también intento ser más paciente que papá al batear. Pero aparte de eso, la manera en que me comporto en el diamante no ha cambiado mucho.

En los últimos años, más y más gente ha empezado a prestarme atención, a llamarme un buen prospecto y a querer hablar conmigo. Pero yo me he concentrado en jugar béisbol de la manera correcta – la manera en que me enseñó mi padre.

Trabaja duro. Apoya a tus compañeros. Siempre busca cómo mejorar.

Estoy haciendo todo lo que puedo para hacer feliz a mi familia, y para que a los aficionados de Toronto les emocione el futuro … y claro, para enorgullecer a mi papá.

Porque él me ha llenado a mí de orgullo desde que tengo memoria, y quiero devolverle el favor.

Vladimir Guerrero Jr.

Muchas personas me han preguntado si me causó enojo o tristeza cuando mi padre no fue votado al Salón de la Fama del Béisbol el pasado invierno.

Siendo honestos, a mí no me molestó.

Yo recuerdo que cuando mi papá supo las noticias de la votación, él tampoco se entristeció. No importa cómo le vaya en la vida, él siempre tiene un buen carácter. Él siempre está sintiéndose positivo. Y como él tomó esa noticia, tranquilo, yo lo hice también.

Él no dejó que eso lo molestara. Entonces yo tampoco lo hice.

Los dos nos mantuvimos positivos, agradeciendo a Dios por todas las cosas buenas que tenemos en nuestras vidas.

Pero este año … ¿sabe qué? Sería excelente que entrara.

No me haría más orgulloso de mi padre, ni lo haría ver más grande en mis ojos.

Es mucho más sencillo que todo eso.

Yo quiero ver a mi papá en el Salón de la Fama porque él se lo ha ganado – él logró los números, y jugó de la manera correcta. Pero también lo quiero ver entrar porque sé que lo haría muy feliz. Sé que él realmente apreciará ese honor, y que estará muy agradecido por tener el reconocimiento entre los mejores jugadores de la historia.

Y si mi papá tiene la buena fortuna de ser elegido, y le llega esa llamada en unas cuantas semanas, algo puedo asegurar….

Vamos a ir a la playa. ¡Y va a haber tremendo festejo!

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