Querida San Francisco

Brad Mangin

To read in English, click here.

Querida San Francisco,

Esta noche tengo que hacer algo por una última vez —algo que ha sido uno de los más grandes honores en mi vida: tengo que ponerme el jersey de los Gigantes. Pero antes de que tenga que hacerlo, quiero escribir esta carta y compartir algunos pensamientos con todos ustedes. Gracias por leer.

1. Mi papá jugaba bien béisbol. Vaya… He estado rodeado de excelente béisbol a lo largo de los años, como también de grandes profesionales. Sin embargo, mi respuesta a “quién es el mejor jugador amateur que he visto” nunca va a cambiar. Es mi papá. Cada domingo, cuando era un niño, me llevaba con él a juegos semiprofesionales en México. Conducíamos desde Brawley, generalmente para una doble cartelera, y juro que no dejaba pasar dos juegos sin un jonrón. Jugaba de parador en corto, en tercera, en primera, picheaba extraordinariamente, era buen bateador de hits, era explosivo y rápido… y le encantaba hacer de todo. Tenía una pasión increíble por el juego. Los sueños de mi papá eran ir a la universidad y ser un jugador de Grandes Ligas. Nunca lo logró porque trabajaba para mantener a nuestra familia, pero creo que a medida que crecí, sus sueños pasaron a ser míos. Y aunque nunca pude batear como él (¡nadie podría!), en todos los demás sentidos, él es en quien yo me quería convertir. Yo veía cómo el béisbol iluminaba el rostro de mi papá… y desde entonces, también ha iluminado el mío. Es la única cosa en la vida que siempre me hizo sentir visible.

2. Mi carrera en el béisbol realmente ha consistido en cumplir dos promesas. La primera promesa es una que le hice a mi papá a los 11 años: que me iría suficientemente bien en el béisbol para que él pudiera jubilarse. Me tomó 14 años como profesional, pero por fin en 2018 me llamó para decirme: “Mijo, hoy presenté los documentos de mi retiro.” Rompí en llanto. Creo que mi papá ni siquiera supo cuánto significó eso para mí. O qué tantas veces esa promesa me había mantenido firme en mi carrera. La segunda promesa se la hice a Bobby Evans y a Brian Sabean después de que me seleccionaron en 2005. Les prometí que su elección no sería en vano y que no los decepcionaría. Me resulta gracioso porque, ahora que estoy presentando mis propios documentos de retiro, espero que todos ustedes sientan que también cumplí esa promesa, que aproveché al máximo la oportunidad que me dieron los Gigantes.

Sergio Romo

3. Mi primer día en la práctica, luego de ser seleccionado, estábamos practicando y los muchachos estaban lanzando MUY RÁPIDO —a 97, 96, 97 millas, lo juro. Recuerdo mirar la pistola de radar y decir para mis adentros: “Bueno, nunca en mi vida he llegado a 92, pero quiero seguirles el ritmo.” Entonces, cuando fue mi turno de lanzar, pensé: “Tengo que hacer que esa pistola se encienda.” Por supuesto, no pude hacerlo (quizá alcancé 90). Por un momento comencé a preguntarme si yo pertenecía a todo esto, pero ese momento también fue el inicio de una lección, una que seguí aprendiendo por el resto de mi carrera: solo puedo ser yo. Y qué bendición tan grande fue que los Gigantes quisieran que solo fuera yo. Nunca me pidieron que lanzara a 97. Más bien me ayudaron a descubrir cómo hacer mis lanzamientos a 90 de forma diferente a otro que también los hiciera a 90, cómo hacer mis movimientos, tener control, precisión, convicción y otras herramientas para ser efectivo a mi manera. “Ser un pitcher de poder, sin lograr tanta velocidad”—eso se convirtió en mi fortaleza. Estoy agradecido con los Gigantes de que me dejaran encontrarla.

4. Te contaré sobre el momento en el que me di cuenta de que podía llegar a las Grandes Ligas. Estaba con los Gigantes de San José, por allá del 2007. A-ball. Estábamos jugando en la liga Lake Elsinore Storm. Habíamos tomado ventaja de una carrera al final de la octava; ahora me encontraba en el montículo para la novena. Primer lanzamiento, David Freese (un prospecto de los Padres en aquel entonces) golpea una contra la pared para un triple de apertura. Inmediatamente, Jim Bennett, nuestro coach de picheo, pide tiempo y comienza a caminar en mi dirección. Me siento muy enojado. Pienso: “¿Tiempo fuera? ¡No! ¿De qué diablos se trata esto? ¡Déjame hacer lo que me toca! Estoy BIEN.” Así que volteo hacia Jim y lo miro fijamente de arriba abajo, de forma grosera. Después, él llega al montículo y todo se pone muy intenso, solo me devuelve la mirada. No dice una palabra. Entonces tuve que seguir mirándolo fijamente, ¿sabes? Trato de lanzarle la mirada más desafiante y de no decir ni una palabra. Esto sigue así por un rato. Un buen rato. Hasta que finalmente —muy calmado, pero todavía en silencio— Jim da la vuelta y camina de regreso al dugout, sin decir nada. En mi cabeza pienso: “¡Sí! Sigue caminando. Yo me encargo de esto.” Luego eliminé a tres de sus hombres por la victoria. Honestamente creo que, a partir de ese momento en que Jim me puso a prueba como lo hizo, fue como si hubiera entendido algo importante sobre mí. Descubrí de qué estaba hecho.

5. Mi debut con los Gigantes fue en junio de 2009 contra Cleveland. Puedo contarte pitch por pitch como si hubiera sido ayer. Primer bateador, Shin-Soo Choo: fly out. Segundo bateador, Casey Blake: ponchado (bola rápida, parte superior de la zona). Luego, mi tercer bateador, David Dellucci. Estamos en batalla. La cuenta se llena. Ahora viene lo que mejor recuerdo. Bengie Molina, la leyenda, está atrapando ese día… Con 3-2 en la marca, con un lanzador haciendo su primera aparición en las grandes ligas… Bengie pide un backdoor slider. ¡Un backdoor slider sin dudarlo! Me pide un lanzamiento muy difícil para mí. ¿Y sabes qué? La lancé. Lancé en mi punto. Ponché a Dellucci buscando terminar la entrada. Siento que, en esa pedida de lanzamiento, ahí mismo, tienes a los Gigantes y su cultura resumidos bastante bien. Solo es una indicación… pero es Bengie diciéndomelo todo. Es él diciendo: “Estás aquí por una razón. Tenemos total confianza en ti. Ahora ten esa confianza en ti mismo.”

6. El 2010 siempre será especial porque siempre será EL PRIMERO. Nos llamaron una “banda de inadaptados”. Teníamos tantos muchachos que habían sido descartados en varias oportunidades; muchachos a quienes, por alguna razón u otra, las personas no los veían como jugadores de calibre de campeonato. Teníamos una ciudad que nunca había ganado una Serie Mundial. Pero lo logramos para ellos todos nosotros juntos. Si estás leyendo esto, sabes de qué se trata. Para mí, a nivel personal, el 2010 fue grande porque fue el año en que llegó con nosotros Javier López, “Javy”. Él es el compañero de equipo que verdaderamente cambió mi carrera porque fue quien me condujo a hacerme las preguntas correctas. Me decía: “Sergio, ¿este eres tú? ¿Esto es lo que eres?” Y yo respondía: “Sí, hermano, este soy yo. Vamos. Lo estoy haciendo muy bien. Dominando todo.” Y Javy añadía: “Genial. Tienes razón. Pero, ¿también eres ese tipo que llega tarde a las reuniones? ¿Ese que no se viste como es debido? ¿Ese que se va de fiesta a deshoras?”. Él me puso enfrente el espejo y me mostró lo que significa ser un profesional. Cuando miro la carrera que tuve, —cómo logré quedarme 15 años en una liga donde el promedio dura alrededor de 3 años— sé que sucedió por el esfuerzo que puse, seguro, pero también fue en gran parte por la gente que conocí, gente como Javy.

Brad Mangin/MLB Photos/Getty Images

7. El equipo de 2012 de los Gigantes es mi favorito. Era una colección de muchachos que se sentían increíblemente extraños; sin embargo, es el equipo más cohesionado en el que estado. Perdimos a Brian Wilson por una lesión al principio de esa temporada y yo era el siguiente en la fila. La verdad, me asusté un poco. Muchos atletas dicen que quieren tener el “lugar número 1”, pero no fue así con Brian ni conmigo. Me autonombré Robin, y él era Batman. Cuando se fue, no intenté llenar sus zapatos, te lo juro. Siempre estaré agradecido por cómo el equipo nunca me lo pidió. Nunca me dijeron: “Ve a hacer lo que hace Brian”. Fue más como: “Para nosotros, Sergio va a ser Sergio”. Cuando dudaba de mí mismo en ciertos momentos, mis compañeros de equipo nunca lo tomaron como debilidad. Simplemente me apoyaron más. No puedo decirte cuántas veces en ese año estuve en el montículo para cerrar. Sentí que me asaltaban las dudas… Miraba el dogout y veía a Caín, a Pence, a Lincecum, a Bumgarner, a Buster, a Vogelsong, a Affeldt, a Casilla, a todo mundo. A todos esos muchachos ahí afuera, en el escalón de arriba, colgados de la barandilla, apoyándome, creyendo en mí y animándome.

8. Dos mil catorce… ¿Sabes qué? Solo diré esto: creamos una pequeña dinastía para nuestra ciudad y para nuestros aficionados. Solo nueve de nosotros estuvimos ahí para los tres títulos, cuatro de nosotros desde el bullpen. Romo, López, Affeldt, Casilla: Los Core Four, la Banda de Hermanos. Me siento orgulloso hasta la médula de estar en su compañía.

9. Lo último que quiero escribir aquí es simple: Gracias, San Francisco. Te amo. Este lugar significa mucho para mí, de muchas maneras diferentes. Representa muchas cosas que nunca di por sentadas sobre mi carrera en el béisbol. Quizá lo más cercano que estuve a renunciar a este sueño fue en la universidad cuando estaba en North Alabama. Jugué ahí como junior; no mentiré: ser una persona morena en esa parte del país fue una experiencia que me abrió los ojos. Me dio una perspectiva real de quién soy yo y quién quiero ser. En San Francisco sentí que era capaz de ser esa persona. Tenemos en el estadio aficionados que viven de diferente forma el juego. Veo diversidad en quienes usan el jersey de los Gigantes a donde quiera que voy. Eso no es poca cosa para mí, es algo grande, así que quería agradecerles a todos ustedes por ello. Gracias por hacer a este chico moreno de Brawley parte de su familia.

Estoy emocionado de ponerme de vuelta ese jersey… y estoy emocionado de ver lo que está por venir. Siguiente capítulo: TIEMPO CON LA FAMILIA. Tengo una esposa hermosa, amorosa y paciente, y cinco niños —Rilen, Rex, Rhys, Mateo, Lucas— a punto de obtener mucho más tiempo de mí de lo que se imaginan. Me aseguraré de que sigan sus sueños, así como mi papá se aseguró de que yo siguiera los míos. Es tiempo para hacer nuevos viajes y nuevas promesas. Ha sido un honor. Los veo esta noche.