Para San Diego

Brandon Bullas/San Diego FC via Getty
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Cuando tenía 15 años, me fui de San Diego para vivir solo en Londres. Iba a jugar en el Fulham, pero no traje abrigo. En California no hay cambios de estación, así que nunca necesité uno. Recuerdo morirme de frío todos los días en la estación de tren hasta que alguien me llevó a comprar uno…

A esa edad, mudarse solo al otro lado del mundo es una locura. Cuando lo pienso en perspectiva, incluso me sorprende que fuera legal.

Ahora que juego en casa para el San Diego FC, he pensado mucho en por qué decidí irme.

Siempre he sido una persona bastante relajada. Me dejo llevar y no me quejo. En cierto modo, eso es bueno como deportista profesional, porque te ayuda a ir a entrenar todos los días y a trabajar duro sin importar cómo te sientas. A respetar la autoridad y hacer lo que tienes que hacer. Son aspectos bastante básicos, pero te preparan para gestionar bien el éxito como futbolista. Es muy parecido a cómo imagino que sería estar en el ejército. Te dicen dónde estar, a qué hora llegar, cuándo comer, qué comer, cómo entrenar, cómo descansar... No todo el mundo es capaz vivir así, pero yo siempre he disfrutado las rutinas de futbolista.

En muchos sentidos, la decisión de mudarme a Londres se tomó incluso antes de que yo naciera, por dos motivos principales:

1) Mi padre ya había decidido que yo iba a ser futbolista profesional (como muchos padres antes que él).

2) Nací con la combinación perfecta de agilidad, ego y voluntad de hacer lo que me decían.

Esta combinación me llevó a pasar toda mi infancia regateando conos. Puedes preguntarle a cualquiera que haya crecido en Carmel Valley en la misma época que yo. Los días que no tenía partido, mi padre me llevaba a un parque después del colegio para entrenar conmigo. Pie izquierdo, pie derecho, en el aire, en el suelo, cerca de un perro … Algunos días lo odiaba, pero, en realidad, es el mejor regalo que nadie me ha hecho nunca.

Esas horas con mi padre me permitieron desarrollar una relación especial con el balón, y mi parte favorita del fútbol es la creatividad. Ser capaz de inventar algo de improviso para resolver una situación difícil del juego… Es una sensación especial. Es el motivo que me hizo enamorar del fútbol.

For San Diego | Luca de la Torre | The Players' Tribune
Courtesy of the de la Torre Family

Me pasa lo mismo cuando veo a otros jugadores hacer magia en los partidos. De niño, nunca veía partidos profesionales completos, solo vídeos de YouTube de Messi, Neymar, Iniesta y del brasileño Ronaldo. Luego salía e intentaba imitarles.

De niño, el fútbol se vive de otra manera.

Cuando tenía 13 años, mi padre recibió un correo electrónico del Fulham. Querían que fuera a entrenar con ellos durante una semana. Fuimos, y después de pasar varias pruebas durante los dos años siguientes, me hicieron una oferta. En aquel momento me pareció una decisión evidente, y aunque ahora mismo leer mis propias palabras me parece una locura, en aquel momento mi mente estaba en ese punto.

Unirme al Fulham para mí fue algo natural. Simplemente se trataba de dejarme llevar. Es lo que hacen los jugadores jóvenes si quieren pasar a ser profesionales.

Evidentemente en aquel momento no existía el San Diego FC. No había equipo de la MLS en mi ciudad. Habría sido muy diferente para mí ir a un partido del San Diego con mi padre, y ver a un gran jugador en mi posición. Mi madre quería que yo entrase en una buena universidad (ella fue a Stanford), y de haberme quedado en la ciudad, podría haber entrado.

Si el San Diego FC hubiera existido en aquella época, me pregunto si me habría ido.

Estar de nuevo en casa es un privilegio. Vivo aquí con mi esposa, cerca de mis padres, y cada dos sábados juego delante de 30.000 personas de mi ciudad.

Luca de la Torre

La experiencia en Fulham fue dura. Todo el mundo habla del tiempo, pero probablemente eso fue lo menos difícil. Lo brutal fue el choque cultural. Me lanzaron a un entorno profesional a los 15 años, sin poder contar con la presencia ni el apoyo de mi familia. No hice muchos amigos en el colegio, y aunque vivía con una familia que me acogió muy bien, me sentía solo. Ahora bromeo con mi madre diciéndole que me crio por Skype.

Yo siempre había sido uno de los mejores jugadores de los equipos con los que jugué en San Diego, pero los jugadores de la academia del Fulham querían vivir del fútbol, porque que un hijo consiga un contrato profesional es un gran paso a nivel económico para muchas familias en Inglaterra. Así que tu compañero de equipo era también tu rival, el que podía quitarte el puesto en el equipo. Le dabas los buenos días, pero tanto tú como él pensabais: “Voy a machacar a este tipo”.

A los pocos días de llegar, ya me estaba preguntando si venir a Londres había sido la decisión correcta. Recuerdo que un día estábamos entrenando, y, de repente, dos jugadores se encararon y empezaron a pegarse.  

La pelea acabó a puñetazos. Simplemente no podía creerlo.

A pesar de todo, logré ir a entrenar cada día y di lo mejor de mí. Para cualquier niño que lea esto, esta es la principal lección que espero que aprendan de esta historia. Nunca se sabe con certeza si triunfarás en el fútbol, pero si entrenas todos los días, sin importar las circunstancias, tus posibilidades son mayores. Eso está garantizado.

Vi a tantos jugadores superados por el estrés físico y mental… A veces hacía amigos en el equipo, pero de un día para otro ya no estaban. 

Les habían traspasado o cedido a otros equipos, y no volvías a verlos jamás.

Siete años después, me enfrentaba al enorme abismo que había entre la cantera y el primer equipo. Ya había visto a muchos jugadores realmente buenos caer en él, y yo, con 22 años y habiendo disputado solo 14 partidos con el primer equipo, era el candidato perfecto para ser el siguiente.

En cierto modo, eso me despertó. La idea de perderme en el sistema me aterraba. Así que después de reflexionar mucho, decidí que debía asumir yo mismo mayor responsabilidad respecto a mi propia situación.

Se acabó el “dejarse llevar por la corriente”.

Así que despedí a mi agente y contraté a uno nuevo. Entonces, cuando el Fulham quiso que firmase un nuevo contrato, me negué. Jugué todos los partidos que pude con el equipo filial para llamar la atención de otros clubes. Ese cambio de mentalidad salvó mi carrera por completo. Acabé firmando para el Heracles Almelo, un club de la Eredivisie holandesa, y fue como empezar una nueva vida como jugador. Era un jugador importante, jugaba con regularidad, sentía que era útil para el equipo... No puedo expresar con palabras lo fundamentales que son estos puntos para la salud mental de un jugador. Todo ello me dio la confianza para ser más ambicioso.

Quería jugar un Mundial y aprovechando mis oportunidades, lo conseguí.

‘Hay que soñar en grande’ , como dicen en español.

Cuando el Heracles bajó de categoría, en mi segunda temporada, fiché por el Celta de Vigo. Jugar en LaLiga fue un sueño hecho realidad, tanto para mí como para mi padre, y la parte española de nuestra familia se puso en contacto con él para felicitarnos. Evidentemente hubo retos que superar en Vigo: llegué con apellido español, pero sin hablar el idioma. Mi padre intentó solucionarlo no hablándome en inglés durante un año entero. Además, sufrí lesiones y cambios de entrenador que no me ayudaron, pero eso les pasa a todos los jugadores. Y al final, lo que más recuerdo son los momentos especiales.

Goles. Asistencias de gol. Jugar en los estadios más bonitos del mundo.

Me encantaba jugar en Vigo y vivir allí.

El verano pasado, estaba con la selección de Estados Unidos en Kansas, cuando Tyler Heaps, el director deportivo del San Diego FC, viajó para verme. La MLS finalmente había llegado a San Diego, y él quería que yo estuviera allí. Pero por mucho que me encantaba la idea de volver a casa, convencerme de dejar Vigo no fue nada fácil. Yo no estaba preparado para dar un paso tan grande. Necesitaba estar seguro al 100% de que era lo mejor para mi carrera.

For San Diego | Luca de la Torre | The Players' Tribune
John Rivera/Icon Sportswire via Getty Images

Luego, cuando la selección de Estados Unidos se clasificó para el Mundial, el entrenador dio una moneda a todos los jugadores. La moneda tenía grabada la frase:

“Detrás de la montaña hay otra montaña”.

No soy aficionado a las citas, pero esa me gusta. Jugar en el Celta había sido “mi montaña” durante tanto tiempo, y ahora que había llegado a la cima, era difícil dejarla atrás.

Pero en el fútbol todo pasa muy deprisa. En agosto me lesioné el tobillo, y pronto me di cuenta de que necesitaba un cambio para recuperar mi mejor juego. Cuando se abrió el mercado de fichajes de invierno, tuve 100 % claro que lo mejor para mí era irme.

Cuando nos conocimos en Kansas, Tyler dijo muchas cosas que me gustaron. El estilo de juego sería atrevido y ofensivo. La idea era dominar el balón y crear tantas ocasiones como fuera posible. La academia se basaría en el modelo Right to Dream, lo que significa que todos los chicos que juegan en ella tienen garantizado un contrato profesional o un título universitario. Esa parte me impactó profundamente. Sobre todo, cuando pienso en los chicos con los que crecí jugando en San Diego. Muchos de ellos eran lo bastante buenos como para ser profesionales. Cuando tenía 13 años, casi todos los titulares de la selección nacional sub- 14 eran del sur de California. Tres de nosotros jugamos en el mismo equipo de la Liga Dominical en City Heights. La mayoría de esos chicos no lo lograron porque nacieron en una ciudad sin equipo profesional y sin un camino a seguir.

Me pareció algo muy noble, porque iba a marcar una gran diferencia en sus vidas. Tener la oportunidad de formar parte de eso era algo muy especial.

Ya era hora. Cuando veo la lista de equipos de expansión que llegaron a la MLS antes, no puedo creer que el San Diego tardase tanto. Esta es una ciudad de fútbol, todo el mundo lo sabe. La gente de aquí lleva este deporte en la sangre.

For San Diego | Luca de la Torre | The Players' Tribune
Sean M. Haffey/Getty Images

Estar de nuevo en casa es un privilegio. Vivo aquí con mi esposa, cerca de mis padres, y cada dos sábados juego delante de 30.000 personas de mi ciudad. Me llena de orgullo decirlo. 

Os garantizo que haré todo lo posible para ayudar a este equipo a tener éxito.

Para darles a esos aficionados una razón para venir. 

Para ayudar a los niños de esta ciudad a enamorarse del juego, como hice yo.

Esta es mi montaña ahora.

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