Por siempre, Seattle

Joe Nicholson/USA TODAY Sports

To read in English, click here.

No voy a comenzar con una historia de cuento de hadas. La vida no siempre es así. Quiero empezar con algo REAL. Comencemos con una historia de 0 de 5.

Al principio de la temporada jugamos en casa contra los Rangers. Era abril. Había debutado en la MLB dos semanas antes —uno de los mejores días de mi vida, un acontecimiento que pude celebrar con toda mi familia. Estaba integrándome en el mundo de las grandes ligas, empapándome de todo ello. Todo iba muy bien, ¿sabes? Pero en este juego en especial… Pienso en él seguido. Empecé el juego con cuatro ponches y, en mi último turno bateando, hice contacto con la bola por primera vez en la noche. Estaba desesperado en esa caja de bateo. Hice el swing muy fuerte. Bateé una línea a la izquierda del centro y volé a primera base. Pensé: “Seguro es un triple o un jonrón dentro del campo”. Y después vi a Adonis García hacer una atrapada de Superman para robármela. Perdimos 8 a 6. Yo perdí 5 de 5. Cuatro ponches. Bateando .136 en 12 juegos.

Sabía que era abril. Sabía que era un novato. Lo sabía. Pero una cosa es escuchar a la gente decirlo y otra muy diferente creerlo. Y creerlo en serio. No me parecía que yo fuera tan novato. Había esperado por esta oportunidad toda mi vida. La esperaba desde que bateaba las pelotas de tenis que mi papá compraba con sus ahorros en Dominicana, desde que pretendía ser Ichiro en Loma de Cabrera. Esta oportunidad en realidad se dio en el momento correcto. Y yo quería cumplirle a la gente de Seattle, quería demostrarles quién podía ser.

Esa noche fui a casa y miré otra vez mis turnos al bate. Volteaba a ver el reloj de al lado de mi cama. Daba la una de la mañana; luego, las dos; después, las tres. Seguía viendo mis swings, incluso aquellos buenos de juegos pasados, con tal de encontrar algo —lo que fuera— que me pudiera ayudar. Probablemente miré 500 swings esa noche hasta que me venció el sueño. Al día siguiente, fui al parque donde me encontré con mi entrenador de bateo y yo solo pensaba: “¿Qué vamos a hacer? Sé que puedo con esto, pero ¿qué me está faltando?” Platicamos un poco sobre cosas técnicas y sobre la actitud que debía adoptar, pero al final todo se reducía a una cosa: Confianza. Toda mi vida creí en mí mismo. Mi familia me inculcó eso. Y yo tenía fe en que mi trabajo me daría frutos. Sin embargo, tener fe no es lo mismo que tener confianza. Para mí, la confianza es algo completamente distinto.

Esa palabra ha significado mucho para mí durante mi tiempo en Seattle.

Quiero contarte el porqué.

Steph Chambers/Getty Images

Sé que no soy el primer jugador dominicano en llegar a las grandes ligas. Ha habido muchos antes de mí y habrá muchos otros después. ¿Pero sabes qué es lo que todos nosotros tenemos en común? En algún punto, como jóvenes, sólo teníamos que dar un salto: teníamos que confiar en los que nos rodeaban ya fueran nuestros padres, hermanos, primos, amigos, amigos de amigos o quien sea. No teníamos más que confiar en que vieran genuinamente por nuestros intereses. Se necesita de todo un pueblo para sacar a un jugador de béisbol en Dominicana. Vi a muchos chicos como yo, chicos con verdadero talento, que se perdieron en el camino porque no tuvieron a la gente correcta a su alrededor. Sin embargo, yo tuve suerte. Por un lado, tenía a mi papá quien había sido pelotero en su juventud. Considero que gracias a él inició mi pasión por el béisbol. Por el otro, tenía a mi mamá quien se aseguró de que tratara bien a todos y de que jugara de forma correcta.

Ellos me enseñaron a ver a las personas por quienes realmente son. Cuando estaba considerando mis opciones para venir a Estados Unidos, quería rodearme de personas buenas. Entre más tiempo pasaba hablando con los Marineros, más notaba que algo realmente especial surgía con ellos. En una de nuestras conversaciones, dijeron algo que resonó dentro de mí: “No queremos que seas nada más que el tipo que dices que vas a ser.” Ellos me vieron a mí, un muchacho de 16 años, y pusieron toda su fe en quien yo creía que podía ser. Eso es confianza. ¿Me explico? Eso es confianza.

Sentí esa confianza a cada paso del camino para llegar a mi debut con los Marineros la primavera pasada en Minnesota. El equipo fue grandioso con mis familiares, los hicieron sentir como en casa para que pudieran verme, para que pudieran ver nuestros sueños hacerse realidad. Recuerdo mucho ese día porque para mi familia y para mí era el día. ¿Me comprendes? Todas las noches al ir a dormir soñábamos con ese día. Era por lo que nos levantábamos a trabajar. Cada viaje de mi papá a Dajabón para conseguir pelotas de tenis era para llegar a ese día. Él y yo solíamos tener una pequeña rutina antes de las pruebas o de los grandes juegos. Cuando me despedí de mi familia justo antes de ir al dugout, hablé por último con mi papá. Puso en orden mis pensamientos y me abrazó. Ese día en Minnesota, cuando estaba yéndome del hotel, después de despedirme de todos los que me acompañaban, mi papá vino hacia mí.

Me miró y dijo: “No puedo creer que hayamos llegado tan lejos.”

Cada viaje de mi papá a Dajabón para conseguir pelotas de tenis era para llegar a ese día.

Julio Rodriguez

Después sólo me abrazó con el más grande abrazo paternal y empezó a llorar. Sacrificó mucho por mí. A pesar de sus deudas, siempre se esforzó muchísimo para darme la oportunidad de llegar a este punto. Recuerdo que en 2017, antes de que llegara mi bono por firmar el contrato, estábamos atravesando un complicado momento financiero. Casi que todo dependía de que yo consiguiera un contrato pronto. Apenas llegábamos a fin de mes, vivíamos al día. No obstante, mi papá siguió soñando conmigo. Esa mañana en Minnesota, sentí todo esto en su abrazo.

Para mí ese día se sintió como el fin de un viaje y el inicio de otro completamente nuevo.

Me acuerdo que antes del juego, Mitch Haniger habló conmigo enfrente de todos.

“Julio, nunca vas a tener otro debut. No hay más. Este es tu día, así que disfrútalo. Absórbelo todo. Gózalo, diviértete, sé tú mismo. Que nadie te cuente nada.”

Jackson Krule/the Players' Tribune

Entonces me permití ser yo mismo. Eso es lo que traté de hacer todo el año. Eso es lo que sentí que Seattle quería que hiciera. Y cuando el camino se pone difícil, sólo tengo que confiar en mí mismo y confiar en aquellos que me rodean. Al día siguiente de cuando perdimos con los Rangers en abril, después de haber hablado con mi entrenador de bateo, no hice más que bajar la velocidad de todo. Tenía dos hits en el próximo juego y dos más en el que seguía a ese. Empecé a retomar la confianza y sentí el apoyo que la ciudad comenzaba a darle al equipo. Como novato, entras en escena con ciertas expectativas personales, ¿sabes? Quieres mantenerte entre los grandes y quieres probarles a todos los que te han ayudado que eres capaz de hacerlo. Pero te mentiría si te dijera que nadie en el club pensaba en la mala racha que tuvimos en marzo, abril y mayo. Queríamos acabar con ella sí o sí.

Eso se convirtió en mi deseo. Me sentía parte de algo que conectaba generaciones de aficionados de los Marineros. Cada día que salía del estadio veía esa mirada en sus caras, ese deseo de ver un buen club de béisbol. Ese anhelo se volvió parte de mí y también de todos los muchachos del equipo. Recuerdo que a fines de junio, cuando no nos iba muy bien y que estábamos a unos pocos juegos por debajo de .500, nos encontrábamos en Anaheim por una serie de fin de semana. No voy a entrar en detalles que todo mundo recuerda. Nos metimos en una muy buena pelea, ambos equipos nos dijimos y nos hicimos muchas cosas. Sin embargo, ese momento significó mucho para nuestro club porque fue cuando, según yo, todos nos dimos cuenta que estábamos en esto juntos —que nos apoyábamos mutuamente, pasara lo que pasara. Quizá suene tonto, pero si podíamos pelear uno por el otro, entonces podíamos darlo todo uno por el otro en el juego. Y así, acabar con la mala racha.

La gente me pregunta todo el tiempo sobre cómo son nuestros aficionados, o cómo se porta el estadio durante el playoff. No me voy a poner a contarte cómo ellos son los “más escandalosos” o “los más locos” o lo que sea. No se trata de eso. He estado en la liga por un año. Los aficionados de los Marineros son todo lo que conozco. Es verdad que hemos ido a estadios ruidosos y demás, pero es distinto cuando eres visitante. Todo lo que te puedo decir es que hay una conexión emocional en nuestro campo que tienes que experimentar para entenderla. Salir al campo en los grandes juegos es… ¡Hombre! Me viene esta sensación que empieza en mis tobillos, sube por mis piernas, atraviesa mi espalda y luego simplemente ¡BUM! Un rayo de energía recorre mi cuerpo. Se queda conmigo y me recorre toda la noche. Miro todo el parque y siento que es el lugar correcto, que es donde debo estar.

Hay una conexión emocional en nuestro campo que tienes que experimentar para entenderla.

Julio Rodriguez

Estaba en la parte trasera del Ruth’s Chris Steakhouse con mi agente a finales de agosto y no podía pensar en otra cosa que en esa energía. Me estaba hablando del contrato, de todos los detalles, y yo solo quería sentir esa energía para siempre. Te seré honesto, nunca pensé dos veces en otro club o en un futuro en otro lugar que no fuera Seattle. No me importa si la gente me cree o no. Los Marineros corrieron el riesgo conmigo hace varios años. Me dejaron ser yo mismo. Los otros clubes tuvieron su oportunidad. Yo era el mismo Julio en ese entonces, pero Seattle me vio antes que nadie, lo cual siempre agradeceré. Y otra cosa: aquí soy feliz. Cada vez que estoy en el estadio de béisbol, cada vez que camino por la ciudad, cada vez que veo el Space Needle y recuerdo los dibujos animados de Los Supersónicos que solía ver en el piso de la sala, tengo presente lo feliz que soy aquí.

Creo que las personas se pierden intentando conseguir más y más y más… No quiero decir con esto que no quiero ser mejor, o que no quiero ayudar al equipo a llegar al béisbol de fines de octubre —esa es mi meta más grande—; pero cuando encuentras algo bueno, algo que amas, hay que aferrarse a ello y no dejarlo ir.

Me encanta Seattle.

Es mi hogar.

Me siento acogido aquí y sé cómo esta ciudad trata a la gente que lo da todo por ella.

Steph Chambers/Getty Images

La noche en la que me presentaron a Ichiro en el Paseo de la Fama de los Marineros, me sentí suficientemente afortunado de poder hablar con él y de ser parte de la ceremonia. (Yo era el chico de las flores. Le llevé flores. Ese ha sido uno de los más grandes honores de mi carrera hasta ahora, la verdad.) Recuerdo ver a los miembros de nuestro equipo y a nuestros aficionados con lágrimas en los ojos mientras pasaban los momentos destacados de Ichiro en la pantalla grande y mientras él hablaba. Él significaba tanto para todos en la ciudad —para todos los fanáticos de los Marineros alrededor del mundo— y yo estaba fascinado con su presencia.

En su discurso, habló sobre su nuevo rol en el equipo y sobre ser el mentor de la siguiente generación. Dijo: “Quiero que nuestros jugadores sepan que yo estoy con ustedes en su lucha por ser los mejores.” Echó una mirada a todo el dugout, y quizá estoy loco, pero sentí que me miró a mí. Ese momento me bateó. Supe que quería terminar lo que él había empezado aquí.

Tengo un respeto tremendo por él y aprecio tener la oportunidad de consultarlo y de conocerlo más. Su ética de trabajo, su diligencia y su amor por el oficio están presentes en nuestro club; esos valores los llevamos con nosotros a donde quiera que vamos. Y tenemos muchos lugares a los que queremos llegar.

Cuando encuentras algo bueno, algo que amas, hay que aferrarse a ello y no dejarlo ir.

Julio Rodriguez

¿Sabes de ese sentimiento que todos tuvimos cuando Cal terminó su swing y clavó su bate en el cielo? De eso se trata todo aquí. Terminar con la mala racha de la forma en que lo hicimos… ¿y enfrente de todo tu estadio? Voy a recordar eso para siempre. Pienso en ello todo el tiempo, no sólo porque ese momento fue maravilloso, sino porque ese ambiente y esa electricidad es todo lo que queremos. Es lo que necesitamos recordar en cada repetición en primavera y en cada obstáculo que tengamos en esta temporada. Sabemos que podemos hacerlo, lo hemos visto, y también sabemos que lo podemos llevar aún más lejos.

Me siento honrado de saber que voy a ser un Marinero por un largo tiempo. Sé lo que significa usar este jersey.

Lo que logremos es para nosotros, Seattle. Agradezco con todo mi corazón la confianza que pusiste en mí desde el momento que llegué a Estados Unidos. Realmente lo agradezco. Y yo inmediatamente confié en ti para ayudarme a crecer, para apoyarme y para dejarme ser la persona que siempre he querido ser.

Así que vamos a hacer la siguiente parte juntos.

No puedo esperar a verte en el parque.

Julio

FEATURED STORIES