Solo el Destino Puede Explicar Esta Historia

Sam Robles/The Players' Tribune

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Muchos dicen que algunos niños ya nacen para ser futbolistas profesionales. Fue mi caso. Yo debía haber llegado al mundo el 25 de diciembre de 2000, pero el fútbol tiene sus cosas… El que nace al final del año tiene menos posibilidades de éxito. Así que mi padre tuvo que meterse en la escena. Ya estaba a punto de nacer cuando él dijo a mi madre: “¡AGUANTA AL NIÑO ESE AHÍ ADENTRO!”.

Ella no comprendió. “¿Qué dices?”.

Su respuesta salió muy calculada. “Solo aguántalo ahí adentro unos días más”.

Jajajajajajajaja. Mira, él está aquí conmigo ahora y puede explicárselo mejor.

Eric, el padre de Rodrygo

Tío, lo recuerdo muy bien. Aquel día 25 le dije a mi esposa, Denise. “Por el amor de Dios, no dejes que el parto ocurra ahora”. Yo tenía 16 años, estaba en el comienzo de mi carrera, y sabía que si él naciese en diciembre sería el más pequeño de su categoría, mientras que los niños nacidos en enero del mismo año serían casi un año mayores que él. Para un chaval que intenta destacar, eso es un desastre. Y Denise a menudo me preguntaba:  “Pero, ¿por qué?”.

“¡No te preocupes, solo trata de hacer lo posible para aguantarlo ahí dentro”. ¡¡Yo no quería ni siquiera llevarla al hospital!!

Ostras… El 26 de diciembre, el 27, el 28... Cada día parecía una semana. El 31 hicimos la cuenta atrás. “Cuatro, tres, dos, uno... ¡FELIZ AÑO!”.

Miré el reloj.

00:00, el 1 de enero de 2001.

¡Sííííííííííí!

En los días siguientes, yo le hacía caricias a su barriga y le decía: “Será un niño”. Nuestros hermanos tuvieron siete hijas –todas niñas—.

“Será futbolista”.

Tío, yo realmente me lo creía.

Rodrygo

Mi padre siempre ha dicho que las palabras son poderosas. Yo tenía muchos sueños en la infancia –tío, me encantaba soñar—. Así que yo me repetía las mismas cosas:

Voy a jugar por la Selección Brasileña.

Corría por la casa con una camisa falsa de Brasil y el peinado mohicano de Neymar.

Voy a jugar por el Real Madrid.

Cuando cumplí 10 años, el tema de mi fiesta fue “Rodrygo Real Madrid”.

Voy a ser campeón de la Champions League.

El ápice de las competiciones de clubs.

Voy a disputar un Mundial.

El ápice del fútbol, y punto.

Mi padre siempre ha dicho que las palabras son poderosas. Yo tenía muchos sueños en la infancia –tío, me encantaba soñar—. Así que yo me repetía las mismas cosas

Rodrygo

Cuando era un bebé, mi madre me llevaba a la tienda donde trabajaba mi tía, y yo siempre le pedía un balón. La pobre de mi tía tuvo que pagar por todos aquellos balones. A los 2 años, ya vivía jugando con el balón de las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche. ¿Otros juguetes? ¡Qué va! Dios me dio un don, no hay otra explicación. Y para compensarlo, mi padre decidió dejar mi vida un pelín más difícil.

Eric

Yo le veía jugar y mi reacción era: ¡Vaya! ¡Impresionante! A los tres años, él ya tiraba con el pie izquierdo...

Rodrygo

Mira, ese tío es el peor árbitro en la historia del fútbol. Jugábamos en una pista de São Caetano con unos niños mayores. No había división por equipos. Mi padre era guardameta y árbitro a la vez. Echaba el balón y los chavales trataban de marcarle goles.

Yo regateaba a un niño, quien me tiraba al suelo. Y luego miraba a mi padre.

“¡SIGUE EL JUEGO!”

Yo le marcaba un gol.

“Gol inválido”.

¡¡Incluso mi madre se enfadaba con él!! “¿Le hicieron una falta a él, por qué no la pitaste?”

Y mi padre le contestaba con tranquilidad. “Descuida, sé lo que hago”.

Mi madre sufrió bastante. Yo tenía la costumbre de jugar con unos niños mayores en la calle junto a nuestra casa, en Osasco. Todos ya entrenaban en una academia, pero yo era todavía demasiado pequeño para eso. Un día, a mis seis años, el entrenador de la academia llegó de coche a nuestro barrio y se paró a mirar nuestro partidillo. Creo que iba de camino a inscribir a los chicos en un torneo. Seguro que estaba jugando bien, porque su reacción fue: “¡Anda, Rodrygo, vámonos!”.

Entré a su coche y partimos. Yo solo pensaba en el torneo, ¿sabes? Pero dos primos míos estaban cerca, y la única cosa que vieron fue al pequeño Rodrygo desapareciendo adentro del coche de un desconocido. Estaban seguros de que me secuestraban.

Corrieron a su casa. “¡Mamá! ¡Mamáááááááááá! ¡Se llevaron a Rodrygo!”. Fue un desespero total. Y yo solo había ido a sacar una foto e inscribirme en el torneo, pero al volver mi madre estaba furiosa.

“¿Qué te crees que estás haciendo? ¿Estás loco? ¿Dónde estabas?”.

“Tranquila, mamá. Estaba con el entrenador”.

Me echó la bronca. No solo a mí, sino también a él, jajajajajajajaja. Y en ese mismo momento me castigó. Tío, yo era solo un niño. Me quedé deslumbrado por la oportunidad. ¿¿¿Un torneo??? ¡Me apunto, claro!

Y fue así como empecé a jugar por la academia :P

(¡¡Perdona, mamá!!)

Eric

Rodrygo y yo éramos muy cercanos. Cuando me mudé para jugar por un equipo de Rio Claro, en el interior de São Paulo, él se fue conmigo, pero los finales de semana viajaba más de dos horas de vuelta a Osasco para jugar por la academia. En el primer partido, por supuesto nadie lo conocía. Yo le estaba filmando desde la grada, y él comenzó en el banquillo. Me  miraba... “¿No voy a jugar?”. Pero es que los otros niños eran mayores, ¿lo ves? Su equipo empezó perdiendo 2-0. Después, él finalmente entró al campo. Y el partido cambió.

1-2.

2-2.

3-2.

Goleada por 8-2. Rodrygo marcó siete goles. ¡Una locura! Ya se veía que él tenía futuro como futbolista. Aquel día empecé a apoyar su sueño.

Courtesy of Rodrygo

Eso es lo que tienes que entender. Cuando yo era un niño, no tenía a nadie para orientarme, así que mi objetivo fue ofrecer a Rodrygo el soporte que nunca tuve. Cuando yo jugaba, lo llevaba al vestuario y en el autobús del equipo. Era nuestra mascota. En los partidos, él ya conocía a los guardias de seguridad. Una vez, yo enfrentaba al Santos de Neymar por el Mirassol, y Rodrygo me dio una charla. “Papá, no vayas a por todas con él, porque si lo haces te va a regatear fácilmente”. También al momento de las entrevistas estaba Rodrygo a mi lado. Cuando llegó su turno de hacerse profesional, ya sabía a cuales preguntas tendría de contestar.

Rodrygo

Esa fue la parte fácil. Lo más difícil pasó antes de ello. El entrenador de la academia en Osasco también trabajaba en el São Paulo F.C., y cuando yo tenía ocho años pasé a entrenarme allá también. En el São Paulo me inscribieron en la federación, pero el club no permitía a los críos que jugaran partidos oficiales antes de cumplir los 15 años. Sin embargo, los niños del Corinthians y del Santos ya disputaban el Campeonato Paulista. Y era eso lo que yo quería.

Eric

Incluso yo me preguntaba: Un momento, ¿tendrá que esperar hasta que cumpla los 15? Un día se fue a jugar futsal contra el Santos, en Santos, y Rodrygo dio un espectáculo. Uno de los entrenadores del Santos me preguntó: “¿Por qué no traes al chico al Santos?”.

Mi respuesta fue cautelosa. “Mira, eso es complicado, porque él vive en Osasco con su madre.” Son casi dos horas en coche.

El entrenador insistió: “Tráelo a un entrenamiento por lo menos”.

Él tenía nueve años, y los otros niños, 11. Pero él regateaba a todos. El entrenador le dijo que Rodrygo tenía el ADN del Santos. A causa de Neymar, Robinho y Ganso, el Santos era el equipo sensación entre los chavales. “¡Papá, quiero jugar aquí! ¡Lo quiero, lo quiero!”.

A los 10 años, empezó a entrenar en el Santos tres veces a la semana, mientras estudiaba en Osasco y aún entrenaba en el São Paulo. Surreal.

Rodrygo

Necesitaba llegar a Santos a las 7 de la mañana. ¿Entonces sabes que hacía mi madre? A las 4 de la mañana, mientras yo todavía dormía, ella me cambiaba. Me ponía los calcetines, los pantalones y la camiseta. También me metía el uniforme del cole en la mochila. Después, me cargaba hasta el coche, donde me acostaba en el asiento trasero y apoyaba mi cabeza en una almohada. Mi tío me llevaba a Santos. En el camino, yo me despertaba y comía en el coche. Después del entrenamiento, volvía a Osasco por el cole. Y después jugaba futsal en el São Paulo. No os voy a mentir: era j***damente difícil.

Eric

¿Sabes qué ha dicho mi cuñado? Que nunca ha visto a Rodrygo quejarse.

Rodrygo

Mi sueño me mantuvo confiante. Me gustaba la rutina. Si no entrenase, me enfadaba. Después que tocas al balón, te olvidas de lo duro que fue el camino hasta aquel momento. Por ejemplo, había niños aprobados en la prueba del Santos pero que no tenían coche para ir a los entrenamientos ni dinero para pagar el billete de transporte –y por eso no pudieron seguir en el club—. Yo, por otro lado, tenía a mi familia conmigo. Podía no tenerlo todo, pero lo que tenía era lo suficiente para mantener vivo a mi sueño.

Sam Robles/The Players' Tribune

Eric

Denise mantuvo a la familia unida. Tuvo que escuchar ciertas cosas, en plan: “¿Así que estás desistiendo de tu casamiento a causa del sueño de tu hijo de 10 años?”. Hasta nuestros parientes le decían: “Vivís en un mundo de fantasía y tomáis decisiones apenas a causa de un sueño”.

Pero ella siempre confió. Se hay un motivo por lo cual Rodrygo está hoy aquí, el primero es Dios, y después es a causa de los sacrificios que hizo ella.

Rodrygo

Muchas veces ella tuvo que hacer el trabajo, y nadie estaba allá para verlo.

Mamá, te quiero.

Eric

Se las arregló sola durante todo el año de 2011. En enero de 2012, alquilamos un piso para que fuera a vivir con Rodrygo. Yo tenía 27 años, así que tenía que seguir jugando para poder mantener a mi familia. Aunque Rodrygo y yo fuéramos muy cercanos, en los cinco años siguientes apenas nos veíamos. Venía a quedar conmigo en las vacaciones, y cuando llegaba la hora de volver, no quería hacerlo. Ni siquiera para entrenar.

Lloramos mucho. Al despedirlo, ya en el autobús, era visible que no estaba contento por volver. A veces él ni retribuía mi adiós.

Rodrygo

Esa etapa parecía una eternidad. Tenía ese sueño de que estaríamos siempre juntos, pero durante mi adolescencia vivía prácticamente solo con mi madre. En aquella edad, pasan cosas muy importantes en tu vida, pero mi padre raramente estaba presente. Claro que yo entendía su responsabilidad de poner la comida sobre la mesa. Mis padres me decían que aquel sacrificio valdría la pena. Pero siempre que llegaba la hora de la despedida... Ay, no quiero seguir haciéndolo. No quiero eso para mi vida.

Podía no tenerlo todo, pero lo que tenía era lo suficiente para mantener vivo a mi sueño.

Rodrygo

Eric

La gente me decía que yo estaba loco por dejar a mi hijo viviendo en otra ciudad. Mi respuesta era: “Vale, pero en casa es a Rodrygo a quien tengo”. Tenía bastante experiencia en el fútbol, así que ya sabía del talento que existía en nuestra familia.

Pero no tienes que creerte en lo que te digo. Paso la palabra a un tío que seguía la rutina del Santos. Luciano, sigues de aquí...

Luciano Santos, técnico de Rodrygo en la cantera del Santos

Él era absurdo. En el futsal, creo que fue mejor que Neymar. Caños, bicicletas, sombreros... era obsceno. Nuestro equipo fue tres veces el campeón Sub-11 del estado de São Paulo. Cuando le traían a Rodrigo a las categorías arriba de la suya, los directores me pedían que lo acompañara. En los siete años en que trabajamos juntos, pasé más tiempo con Rodrygo que con mis propios hijos.

Rodrygo

Todos hablaban de las generaciones del pasado: Pelé, Neymar, Robinho, Ganso... en aquel momento pasaron a decir que yo era un rayo, el último a caer en el Santos. Todo año mis padres y yo colocábamos nuestras metas sobre el papel. Y yo siempre las superaba. Aquel equipo rompió varios récords.

Entrenador Luciano

Al principio, Rodrygo tuvo un poco de dificultad a causa de su temperamento. Cuando eres un talento como él, acabas por convertirte en una diana dentro del campo, te pegan un poco más de lo normal. Incluso padres y entrenadores lo insultaban. A veces le expulsaban, en otros momentos él estallaba –pero de la mejor manera posible—. Me acuerdo de un partido contra el Sub-12 del Cotia, y el entrenador de ellos empezó a decirle un montón de tonterías.

“No eres bueno para nada, solo te gusta presumir”. Total...

Mi pensamiento era: El pobre entrenador este, no sabe con quién se está metiendo.

Rodrygo recibió el balón en el campo de defensa, regateó uno, dos, tres... pasó por quien quiera que estuviese en su camino. Y marcó el gol. Después se fue hasta el banquillo del Cotia.

“¿Qué has dicho? ¿Qué me habías llamado? ¿¿Quién se ríe ahora??”.

Después del partido, le pregunté a Rodrygo: “¿Por qué dijiste aquello al entrenador? No te puedes portar así”.

Él me contestó. “Pero él me estaba provocando”.

Seguí: “Chaval, si marcas un gol como ese cada vez que uno te provoca, voy a pasar a provocarte también. ¿Es eso lo que quieres?”.

Jajaja. Él se rió y dijo: “No lo necesito, maestro”.

Rodrygo

Yo era un poco chalado. En Osasco mi madre creó un listado de reglas y las pegó en la puerta como si fueran Los Diez Mandamientos. No insultar, tratar a todos con respeto, saludar a quien encuentras. Todos los días yo leía aquella lista. Si yo quebrase alguna regla, ella se enfadaba. Hoy me siento mal si dejo de saludar a alguien, pero cuando era un crío… A veces se me iba la olla. Una vez ocurrió incluso con uno de nuestros entrenadores.

Un día, estaba yo en el comedor y llegó el preparador físico del Sub-15. (Bolinha, si estás leyendo esta carta, ¡te mando un fuerte abrazo!) Había hígado en el menú. Así es, eso es común en Brasil. Pero, ¿para mí? ¿Hígado?

No había hipótesis.

Le miraba al hígado. No voy a comer eso de ninguna manera.

Así que me puse arroz, alubias y maíz. Un plato de niño prácticamente. Llegó Bolinha... En verdad, él ni me entrenaba todavía, porque yo estaba en el Sub-13. Me miró y dijo: “¿Estás de cachondeo?”.

Mi reacción fue: Vaya, ¿qué pasa?

“Si comes solo eso, los chavales del Sub-15 te van a te arrollar”.

Tío, me puse furioso. Aquello se quedó en mi cabeza. Lo llevé como algo personal.

Cuando llegué al Sub-15, tío... Di un espetáculo. Les hacía rondos a los chavales. Me acerqué a Bolinha y le dijo: “Oye, ¿te acuerdas de lo que me has dicho en el comedor?”.

Jajajaja. Por supuesto que nos partimos de risa. Entendí lo que él había querido hacer. Orientarme a comer bien. Tienes que prepararte. Nunca sabes lo que tendrás que enfrentar en el campo. Eso pasó antes de mi primera convocatoria a la Selección Sub-15...

Nadie te avisa de que serás convocado. La CBF, que es la Confederación Brasileña de Fútbol, publica el listado de nombres, y cabe a nosotros mismos verificar la convocatoria. Pero el Santos me dijo dos veces que yo estaría en la relación. Dos veces.

¡¡Y dos veces se equivocaron!!

Tío, me quedé fatal. Destrozado. En la primera vez, salí en el listado inicial, pero me quedé fuera de la convocatoria final, con 23 nombres. En la siguiente, la CBF tenía hasta comprado mi billete de avión y reservado el hotel para mí. Y cuando sale el listado... ¡De Rodrygo, nada!

Aquello me dejó muy nervioso. Llamamos a la CBF. Nos confirmaron que había sido un error a la hora de preparar la lista. Como soy atacante, me incluirían al final de la relación, pero se olvidaron de poner mi nombre. Pocos días después, estaba yo en Granja Comary para recoger a mis cosas: pantalones, camiseta, abrigo. Estaba en las nubes. Todos vestimos el uniforme y nos hicimos selfies. El feed de mi Instagram se quedó lleno de fotos de la Selección. Recuerdo cuando mandé una foto a mis padres.

Los largos viajes, despertar a las 4 de la madrugada... En aquel día, todo lo del pasado valió la pena.

Sam Robles/The Players' Tribune

Luego de cumplir 16 años, todo se dio aún más rápido. Fui promovido al equipo profesional. Mi padre se retiró y empezó a trabajar conmigo. Eso fue en 2017. Un día, en noviembre, cerca del fin de la temporada, sonó mi teléfono. Era Elano, entonces el entrenador del equipo principal del Santos.

¡Madre mía!

“¿Qué tal, guerrero? ¿Todo bien? ¡Quiero que vengas a entrenar con nosotros esta semana!”.

Me quedé sin reacción. ¡J***! “¿¿En serio??”.

Gracias a Dios, pude seguir el ritmo. Un día, pusieran el listado de los convocados a un partido. Y mi nombre salía.

Inmediatamente le mandé una foto a mi padre. Él empezó a llorar en el mismo momento.

Unos días después, Santos y Atlético Mineiro se enfrentaban en Villa Belmiro. Estaba en el autobús del equipo, pasando en medio a los aficionados y bengalas –el famoso pasillo de fuego—. Pude ubicar a mi padre y mi tío en medio a la multitud, cantando todas las músicas con la afición. Mi padre estaba muy emocionado. Adentro, la Villa lucía linda, pulsante. El equipo contrario tenía a Robinho. Yo estaba muy inquieto. Solo el hecho de estar el banquillo ya me hacía feliz. Cerca del fin del partido, con 3-1 en el marcador a nuestro favor, Elano se volvió hacia mí. Ay, Dios mío, ¿me va a poner? Me quedé bastante asustado.

Los aficionados empezaron a gritar mi nombre. Mirándolo ahora, fue lindo, pero en aquel momento... ¡No! ¡No! ¡No! ¡No lo hagáis, por favor!

Entré por algunos minutos. Creo que ni toqué en el balón, pero solo por estar allí... fue un sueño hecho realidad.

Al comienzo de la temporada siguiente, tuvimos el partido contra el Nacional, en nuestra casa, por la Copa Libertadores. Tuve de faltar al cole para jugar aquel partido. ¡Había acabado de hacer 17 años! Recibí el balón por el lado derecho, regateé a dos marcadores y... ¡Un golazo! Un de los goles más bonitos de mi carrera. Después del partido, pedí disculpas a mis maestros del cole por la ausencia. Pero había sido por un buen motivo, ¿eh?

Eric

Aquella época fue una locura. Él empezó a jugar en todos los partidos, y pasamos a recibir propuestas de gigantes de Europa. Me acuerdo del póster del Real Madrid en la pared de la habitación de Rodrygo. Todas las noches, antes de dormir, él admiraba aquella imagen. Después de un partidillo que jugué con unos amigos, uno de ellos me dijo que un día Rodrygo estaría en el Madrid. Años antes, yo le había regalado una camiseta del Madrid. Igual un día el club se decidía a ficharlo. En aquel momento ya sabíamos que el Real Madrid estaba observando a mi hijo... Pero aún no habíamos tenido ningún contacto con el club.

Entonces esperamos, esperamos, esperamos... Rodrygo casi fichó con otro grande club europeo. Solo le faltaba a Rodrygo firmar el contrato.

No había salida.

Rodrygo

Ya había prácticamente aceptado que al final no jugaría por el Real Madrid. Pero por algún motivo, yo todavía mantenía un 1% de esperanza. Pocos días antes de un partido contra el Vitória en Villa Belmiro, mi padre me habló acerca de esa otra propuesta. “Pero, ¿y el Madrid?”, le pregunté.

“De eso nada...”.

“Esperemos un poco más”, le dije.

Todos hablaban de las generaciones del pasado: Pelé, Neymar, Robinho, Ganso... en aquel momento pasaron a decir que yo era un rayo, el último a caer en el Santos.

Rodrygo

Eric

Pensé que estaba chalado. La oferta que teníamos sobre la mesa era excelente. Y le insistía con él: “Tienes que aceptar lo que te ofrece la vida”.

Rodrygo

Le dije: “Espera y verás. Voy a marcar tres goles este fin de semana, y el Madrid vendrá a hablar con nosotros”. Mis padres tenían esperanza, pero se veía en sus ojos que no se creían en lo que les había dicho.

Comenzó el partido.

22 minutos: gol de Rodrygo.

26 minutos: gol de Rodrygo.

31 minutos: gol de Rodrygo.

Un triplete en nueve minutos.

En el intervalo, yo estaba seguro de que el Madrid estaba buscando al teléfono de mi padre.

Eric

Recibí una llamada después del partido. “¿Tendría tu hijo interés en jugar por el Real Madrid?”.

Rodrygo

Cuando llegué a casa, mi primera pregunta fue: “¿Y qué? ¿Alguna novedad del Madrid?”.

Mi padre se esquivó. “No, nada”.

Me quedé destrozado. No había entrenamiento al día siguiente, así que estaba jugando a la consola cuando vi a mi padre saliendo por la puerta de la casa. De traje. Le pregunté a mi madre adónde iba. “Es solo un encuentro con un amigo”.

Volvió a casa muy tarde por la noche. Yo seguía jugando a la consola en el salón. Pasó por mí sin decir nada y entró a mi habitación.

Al volver, me dio una camiseta del Real Madrid. En la espalda, estaba escrito: RODRYGO.

“Hijo, hoy tu sueño se vuelve realidad”.

Le miré a él.

Miré a la camisa.

No comprendía.

Él finalmente me lo explicó. Que había recibido una llamada después del partido, y acababa de volver de São Paulo, adonde había ido a firmar el contrato. Pero él no quería contarme nada hasta que la transferencia estuviera totalmente confirmada.

Nos abrazamos. Fue un milagro.

Solo Dios es capaz de realizar un hecho como ése.

Angel Martinez/Getty Images

Eric

Fue el destino. Él tenía solo 17 años cuando firmó el contrato, y un año después se transfirió para el club. Imagina, tener 18 años y verte en uno de los mejores equipos de la historia. Cuatro títulos de la Champions League en cinco años. ¿Quién ha conquistado algo así? Llegas allá y… tu entrenador es Zidane. ¡J***! ¡¡Es Zidane!!

Rodrygo

Fuera de campo fue fácil. Estudiaba español y estaba acompañado de los chavales de Brasil: Vini Jr., Casemiro, Militão y Marcelo, quien es como un segundo padre para mí. Pero todos sabemos quién es el verdadero abuelito, ¿eh?

A menudo bromeamos con Modric de que ya se ha hecho mayorcito. Tío, es el mejor jugador con quien tuve el privilegio de actuar. Una vez, Casemiro comentó que se acercaba el cumple de 36 años de mi padre. Modric le contestó: “¿En serio? Entonces tienes que respetarme, porque yo podría ser tu padre”.

Fue así que Modric comenzó a llamarme… hijo. Y a veces le llamo padre a él. Así como mi padre, también él se mete un poco conmigo. Nos cobra demasiado, todo el tiempo. Pero así es el Real Madrid. Tienes que trabajar. Nunca paras.

Es como se suele decir en Brasil: tienes que matar un león a cada día.

Eric

Uno de mis amigos dice que uno de los principales motivos que llevó a Rodrygo a lograr tanta cosa es su inocencia, ya que él no entiende completamente dónde está. No siente la presión. No fue de mí que heredó eso. Mucha gente asiste a los partidos y dice: “Si fuese yo...”.

No, tío. Yo jugué. Sé como es. Si fuese yo, a los 18 años, sentiría el peso de jugar en un Santiago Bernabéu repleto. El balón botaría en mi canela. Por eso no podría jamás jugar por el Madrid. Os voy a contar una historia...

En el día en que Rodrygo hizo un triplete contra el Galatasaray, por la Champions, en 2019, yo estaba en la tribuna y lo vi cogiendo el balón para llevarlo a casa. Cuando nos encontramos, yo le abrazaba eufórico. “¡¡Hijo, HICISTE UN TRIPLETE!!”.

“Sí, papá... ¡Qué chulo!”.

“¿Y EL BALÓN? ¿DÓNDE ESTÁ?”

“Está ahí... en algún sitio”.

Fuimos a un restaurante para celebrar. Durante la cena, le pregunté. “¿Y qué, encontraste el balón?”. Yo esperaba que fuese a poner el balón sobre la silla.

“Lo dejé en el maletero”.

“Estás de broma, ¿eh?”.

Aquella noche, dormí con el balón del partido. Él era el adulto, y yo, el niño. A veces pienso que él no se fija de todo lo que está pasando en su vida, ¿sabes?

Rodrygo

Así fue mi primera convocatoria para la Selección principal. Era octubre de 2019 y Tite anunciaría la lista, pero se me olvidó. Estaba durmiendo en casa, en el piso de arriba, y algunos amigos asistían al anuncio en el salón. Mis padres habían salido a buscar a mi hermana menor. De repente, oí un grito:

“AAAAAAAAAAAAAAAAHH”.

Mi reacción fue... ¿Qué pasó? Ah, nada.

Volví a dormir.

Mi teléfono empezó a sonar. Zzzz.... Zzzzz.... Zzzzz...

Miré la pantalla del móvil. Padre.

¿Por qué me está llamando?

Le contesté, todavía medio dormido.

“Dime, papá.”.

“¡HIJO, TE FELICITOOOO!!”.

“Pero… ¿Hoy es mi cumple? ¿Qué he hecho?”

“¡¡¡Has sido convocado!!!”

“¿Para qué? El Real Madrid no juega mañana...”

“¡PARA LA SELECCIÓN!”

¿Quééééééééé?

¡Vaya! Por fin me acordé. Bajé las escaleras y vi que Tite todavía hablaba por la tele. Abracé a mis amigos. Cuando mis padres llegaron, hicimos una gran celebración. ¿Puedes creerlo?

En mi primera convocatoria, estaba dormido.

Cuando llegué a la concentración, fue un poco asustador encontrar a todos mis iconos. Incluso Casemiro, a quien ya solía ver todos los días. Pero con la camiseta amarilla él parece diferente. La novatada fue cruel. Primero, tienes que decir tu nombre y fecha de nacimiento. Después, cantas una música adelante de todos. Me puse de pie con la voz trémula...

“Buenas noches, mi nombre es Rodrygo”.

Ellos rebatieron. “¿Rodrygo quién? Nunca oímos hablar de ti”.

Tío… Una audiencia difícil, ¿eh?

Eric

Cuando él debutó contra la Argentina de Messi, lloré. Él tenía solo 18 años.

Rodrygo

Igual fue el destino otra vez. Sé que muchos no lo creen, pero es la única manera de entender mi vida. ¿Cómo explicar aquel título de la Champions League?

Harriet Lander/Copa/Getty Images

Todo hay que decirlo, fue duro jugar sin nuestra afición en el Bernabéu. Pero al acabar la pandemia, volvimos a nuestra verdadera casa. No es solo la camiseta blanca y el himno; son los reportajes en la prensa, la manera cómo los aficionados apoyan a nuestra plantilla a camino del estadio, a cada metro que el autobús avanza. Todo el mundo sabe que el Madrid y la Champions League tienen una relación muy especial. Una historia de amor. Es el destino.

Nos tocaría el Benfica, pero el sorteo tuvo de rehacerse. “¡J***! ¿Y si ahora nos toca el PSG?”. Adivina qué pasó. Ganaron 1-0 en París, y cuando Mbappé hizo el 2-0 en el agregado en el Bernabéu, fue como recibir un puñetazo en el estómago. Gracias a Dios tenemos a Karim. Cuando él cerró el triplete, incluso nosotros no podíamos llegar a creerlo.

Nos quedamos en aprietos en todas las fases. Después de vencer al Chelsea por 3-1 fuera, íbamos perdiendo 3-0 en la vuelta. Yo estaba en el banquillo. Ancelotti me llamó y dijo: “Entra y cambia el partido”. Segundos después, Luka me halló, y ya sabes que el pase te llegará. GOLAZO. Gracias, padre. En general, el guardameta espera el disparo a contrapié, pero escogí el otro lado. ¿Por qué? Bueno, todavía no sé.

Dijeron que ganamos por pura suerte. Sí, el Chelsea tuvo oportunidades para liquidar la serie. Pero si quieres matar a una culebra, tienes que mirar a la cabeza.

El duelo contra el City fue surreal. Cuando Karim fue a cobrar el penal al fin del primer partido, estábamos muy nerviosos en el banquillo. Venía de perder dos contra el Osasuna. ¿Sabes qué le dijeron? “Lo vas a pegar a lo Panenka”. Aparentemente, venía entrenando el penalti a lo Panenka. Nadie se lo creyó cuando él lo hizo. ¡J***!

Después yo le dije a Karim. “Tío, eres loco”. Él solo alcanzaba con reírse.

Los genios son locos.

Cuando el Bernabéu es tu casa, una derrota afuera por 4-3 se parece a una victoria. ¿Tenemos que ganar por solo un gol de diferencia en Madrid? ¡Arriba! Pero en la segunda mitad el City estaba adelante, 0-1 –o 3-5 en el agregado. Carlo me llama otra vez. “¡Cambia el partido para nosotros!”.

Cuando hice el 1-1, faltaban 40 segundos para el fin del tiempo normal. Entonces subió el tablero de tiempo añadido: ¡SEIS MINUTOS!

El Bernabéu se incendió. Segundos después, Dani estaba posicionando el cuerpo para cruzar, y yo había entrado muy temprano en el área. Un defensor me empujó hacia afuera, entonces solo necesité correr por detrás de él. Dani cruzó...

Yo salté... Uno siempre salta...

Asensio también estaba en el aire, el balón se desvió en su cabeza, y de alguna manera logré reaccionar a tiempo.

GOL.

2-1 Madrid.

No puede ser verdad...

Nadie sabía lo que hacer. Saltamos como niños. Los jugadores del banquillo corrieron adentro del campo. El Bernabéu se volvió una locura. Pocos minutos antes, un gráfico en la tele enseñaba las posibilidades de clasificación a la final.

CITY                 99%

MADRID          1%      

Aquella noche, Dios me miró y dijo: “Hoy será tu día, chaval”.

El marcador agregado era de 6-6, pero uno podía ver la derrota en el gesto de nuestros rivales. Nos bastaba con presionar un poco más por el gol de la clasificación, y lo logramos. A veces, cuando cuentas una historia bonita, intenta entenderla. Hablas de táctica, cosas así.

Esta, sin embargo, es inexplicable.

¿La final contra el Liverpool? Honestamente, jugaron mucho más que nosotros. Pero sabemos que el Madrid siempre vence las decisiones. El secreto está en nuestra mentalidad: no hace parte de nuestro ADN tanto nadar para morir en la orilla.

Hay aquella frase de nuestra afición, ¿la conoces? “Hasta el final”.

Así es, hasta el final.

Entrenador Luciano

Para nosotros que trabajamos con Rodrygo, todavía no terminamos de creerlo. Vaya, ¿aquel mocoso ha hecho todo eso? Me quedo sin palabras. Para nosotros, cada partido suyo es una final. ¿Sorprende? Sí, porque es todavía un niño. Pero con el tiempo creo que él transformará lo extraordinario en ordinario.

Eric

Se lo digo a él todos los días: “Para mí, eres el mejor del mundo”. Si yo no confío en él, ¿quién lo hará? Lo demás le cabe él. Pero yo confío. Le digo a él: “Eres brasileño y no desistes jamás”.

Es increíble todo lo que ha conquistado. Lo único que todavía puede superar todo eso es el título del Mundial con la camiseta amarilla de Brasil.

Sam Robles/The Palyers' Tribune

Rodrygo

Tío, llevamos 20 años sufriendo. Lloré cuando perdimos en 2006. En 2010, vi a la gente pintando las calles de verde y amarillo. Nadie trabajaba. ¿El cole? Olvídate. No es que haya faltado a la clase. Es que sencillamente no hubo clases.

En 2014, lo ví con mi padre en Minas Gerais. Prefiero no hablar de aquel Mundial. Ni voy a mencionar aquel resultado.

Nunca más quiero sentir lo que viví en la derrota contra Bélgica en 2018. Después del partido, le mandé un mensaje a mi padre.

“Ahora necesito entrenar aún más, porque en el próximo Mundial estaré allá.”

Ya lo sé... en Brasil no hay nadie asegurado en las convocatorias. Nadie. En aquel tiempo, yo no había ni siquiera debutado como profesional.

¿Pero quién me va a juzgar por eso? Yo era aquel crío con la camiseta falsa de la Selección.

Las palabras son poderosas. Tío, soy la prueba viva de ello.

En este Mundial, estaré allá. Y me veo decidiendo partidos para Brasil.

Solo espero que este sueño que estoy viviendo dure para siempre. No quiero acostumbrarme jamás.

Por favor, que nadie me despierte.

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